Estamos en territorio indígena
Desde hace unos años acá, es común en los Estados Unidos que los eventos públicos inicien con un reconocimiento del territorio (land acknowledgment), señalando que perteneció a culturas o naciones indígenas. Se trata de un gesto importante, como primer paso, para una transformación mayor. Sin embargo, el reconocimiento del territorio es un inicio pero no puede ser el fin.
En los eventos deportivos, por el contrario, se canta el himno nacional, se dedica el juego a un veterano de guerra y se agradece su servicio (y por extensión el de todas las fuerzas de seguridad). Nunca he visto que en ningún evento deportivo de ningún deporte de los que suelo seguir (hockey, béisbol, fútbol americano, fútbol, entre otros), se haga el reconocimiento del territorio. Se trata de dos aproximaciones contradictorias o mejor dicho, en pugna.
Me sorprendió gratamente que por el mes de las culturas indígenas, se despliegue una banderola reconociendo el territorio indígena, en un partido de fútbol (en la foto). Tal vez es el indicio de que una transformación está por llegar.
Todos los estados modernos americanos descansan sobre la explotación y apropiación de lo que pertenecía a los indígenas, quienes han sido relegados de la noción de república que se impuso. La modernidad y la colonialidad nacieron juntas, por ello, quienes sufren con mayor ahínco los embates del presente son precisamente la población indígena a lo largo y ancho de nuestro planeta. Ellos y ellas que son los principales protectores de la tierra, aquella que el modelo económico hegemónico conceptualiza como una propiedad propensa a ser vendida al mejor postor, son quienes junto con la madre tierra son sistemáticamente asesinados. Para las poblaciones indígenas la tierra es sagrada, es un ente viviente, es una divinidad a la que le debemos nuestra existencia y de la que depende nuestra sobrevivencia. Hoy en día, como diferentes medios independientes han informado, ser un activista por el medio ambiente, ser un defensor del ecosistema, sobre todo si se es indígena, es una de las ocupaciones más peligrosas. En el Perú, por ejemplo, esta semana fue asesinado el líder asháninka Santiago Contoricón Antúnez y la líder Olinda Silvano, artista shipiba, ha sido amenazada de muerte.
Siguiendo estas ideas quiero recomendar el documental Lakota Nation vs. United States (2022) dirigido por Jesse Short Bull y Laura Tomaselli, que se ha presentado en el 42 Festival Internacional de Cine de Minneapolis Saint Paul. El documental está dividido en tres partes: exterminio, asimilación y reconciliación. Narra el recorrido histórico que llevó al gobierno de los Estados Unidos a eliminar a la mayor parte de la población indígena del territorio hoy ocupado por ese país, así como a las tácticas de exterminio que han seguido para dejar a la población sobreviviente devastada. Sin embargo, la lucha continúa y es hoy que se toma mayor conciencia sobre la realidad del genocidio vivido por las diferentes naciones indígenas que siguen en lucha por que el estado reconozca los tratados que firmó con cada una de ellas.
El documental sigue de cerca a la nación Lakota y los territorios que les pertenecen, entre ellos las Montañas negras (Black Hills), en las que se tallaron las caras de cuatro presidentes en Mount Rushmore. Como primera condición para la reconciliación la nación Lakota quiere que se reconozca la usurpación de sus tierras y que se tenga claro que algunas de ellas son intocables porque son el lugar de origen de sus ancestros, de la vida en sí, tal es la creencia respecto de las sagradas Black Hills. Sin duda que priorizar la vida, la naturaleza, el bienestar de los seres humanos en armonía con su entorno no es una prioridad del gobierno para quien la producción y el enriquecimiento sigue siendo el pilar fundamental, a pesar de que con ello beneficia a una porción ínfima de la población y perjudica a la amplia mayoría.
Está de más decir que mi posición está con la legítima lucha de las naciones indígenas de todas partes del planeta y que nuestra prioridad como humanidad debe ser la conservación de la naturaleza, nuestro entorno, nuestras fuentes de agua y recursos naturales. Nada es más valioso que la vida y como dice la líder ambientalista indígena Máxima Acuña, el agua es vida. Por ello, es tarea de todos defender a quienes defienden nuestra naturaleza.
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