Recordando a Alicia
Con la ilusión de conocer Europa por primera vez, cada año le decía a Alicia que iría y que esperaba verla. Habían transcurrido años de trabajar juntas a la distancia sin poder conocernos en persona.
Finalmente, el año 2022 parecía que se lograba ese encuentro tan ansiado. Acordamos día y hora, los pasajes de tren y el hospedaje estaban ya separados. Diecisiete días antes su madre murió. Diez días antes el hijo de Alicia, Eduardo, estaba programado para ser operado. Siete días antes Alicia y su hijo estaban con Covid, por lo que la operación de Eduardo se postergó. Hubieron razones más que suficientes para sabotear nuestro encuentro, pero felizmente, contra viento y marea, lo logramos.
Habíamos parado en Valencia para poder encontrarnos en un punto cercano a Castellón de la Plana donde ella vivía y a donde fuimos en tren. Conocer a Alicia y disfrutar de una rica paella fue fabuloso. Era una conversadora y contadora de historias nata. En lo que duró el almuerzo nos contó la gran historia de amor de su vida, una historia fallida pero divertida. De la vida mundana, del cotidiano, decía, no había para qué hablar, todos compartíamos más o menos las mismas experiencias, no había nada extraordinario en ello.
Pasamos de la costa a la montaña donde tomamos un trago y compramos la lotería, que no ganamos. El tiempo voló y ya era hora de tomar el tren de regreso. Seguimos en comunicación virtual por correo y por WhatsApp, pero después de eso ya tenía la experiencia de su persona, de su presencia y de su excelsa calidad como ser humano.
Al año de ese viaje de reconocimiento, se cerró Con la A, con la promesa de retomar operaciones desde América Latina, proyecto que todavía tenemos pendiente, aunque sin la presencia y energía de Alicia, esa idea parece más alejada que nunca.
Estuvimos felices con el triunfo de la selección de fútbol española, me contó que había visto el partido final con su hijo, aunque ella no era muy aficionada, pero se emocionó como todes.
Ya jubilada viajó mucho con su hijo por Jordania, Dublin, Sicilia, Tunez, Pompeya, a sus 69 años, pero ya no le alcanzó para ir a México por los 70 de Irma. Los viajes pasaron factura, un dolor de espalda muy fuerte impidió que realizara ese viaje de una semana al otro lado del océano.
Yo le escribí porque se cumplía un año sin Con la A y porque Lucía iría a Estados Unidos donde esperaba encontrarme con ella. Los mensajes fueron vistos, pero nadie contestó. No sé si llegó a recibir la información.
El último mensaje que me mandó fue una solicitud de adhesión contra el genocidio en Palestina. Por supuesto que me adherí.
Tenía tres novelas en el cajón que no pudo terminar, o tal vez sí y ojalá pronto vean la luz.
Alicia era una contadora de historias nata, una maestra, valiente, fuerte, inspiradora. Tengo sus mensaje en el WhatsApp y no quiero borrarlos, siento que en cualquier momento volverá a responder con sus palabras amables y esperanzadoras.
A veces la muerte es una palabra tan rotunda, tan incomprensible que parece irreal.
Adiós amiga, hasta siempre.
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