Lima y el ente pestilente



Pobre Lima.

Ha caído en las garras de un ente pestilente, perverso, idiota, cruel, egoísta e inútil.

Por décadas, Lima sufre de este mal, el mal de ser la más odiada por los entes en el poder.


Varios han aportado con su granito de arena a la dramática y extrema situación que se vive hoy.


El primero, que yo tenga memoria, es Alan García (1949-2019), que fuera presidente (1985-1990) con la promesa de un tren eléctrico que nunca construyó porque se robó la plata. Todavía, tuvo el descaro y la conchudez de ser reelegido (2006-2011) prometiendo terminar la obra que no hizo en su anterior periodo. Esta segunda vez sí la terminó, decidió robar un poco menos para que así la obra quedara hecha. 


El segundo es el reo Alberto Fujimori, quien durante su gobierno dictatorial (1992-2000) tuvo la “brillante” idea de importar combis usadas. Fue como importar moscas asesinas. Las combis no solo contaminaron la ciudad sino que destruyeron el tránsito por moverse entre los otros medios de transporte con velocidad y sin ton ni son. Debido al alto flujo de las combis en las avenidas y principales arterias de la ciudad, sin regulación alguna, se hicieron pan de cada día las competencias entre ellas por ganar pasajeros (los famosos correteos), lo cual incrementó los accidentes y llevó al total abandono de las normas de seguridad y reglas de tránsito. Como moscas, las combis se paraban en todos lados, hacían un ruido infernal, te perseguían, te volvían loco y no había forma de sacárselas de encima. 


El tercero es Luis Castañeda Lossio (1945-2022) que sólo tenía un súper poder, vomitar cemento. En sus dos periodos como alcalde de Lima (2003-2010 y 2014-2018), construyó sin propósito ni sentido, montón de armatostes inútiles que no seguían ninguna lógica, ni proyecto coherente para una ciudad de diez millones de habitantes. Además de robar y mentir, de entregar obras deficientes, ignoró por años el factor humano de la ciudad y el propósito último de su puesto como servidor público: mejorar la vida de los ciudadanos.


El presente ente pestilente, también llamado burromaestre, llegó al poder prometiendo el oro y el moro porque no tenía ninguna intención de cumplir ninguna de sus promesas, es un mitómano. Al parecer, tampoco tenía intención de trabajar porque hasta ahora, ante cualquier eventualidad, le pasa la pelota a dios y además espera que éste resuelva el problema. No, no es un hombre de fe, es un holgazán, hipócrita y cínico. Voy a poner tan solo dos ejemplos, de los múltiples disponibles, para dar un mejor perfil de este ente y sus niveles de deficiencia intelectual y moral. 


Lima tiene el privilegio y la ventaja de ser también la ciudad capital, una capital en la costa, las que representan solo una cuarta parte de las capitales mundiales. Esto quiere decir que Lima tiene vista y acceso al mar. Sin embargo, obviando ese hecho, el ente pestilente construye playas artificiales, que no son más que piscinas con arena. Está demás mencionar que las piscinas implican un presupuesto de agua, limpieza, electricidad, los mismos que se han incrementado por el añadido de arena que demanda mayor limpieza, electricidad, agua y servicios. El siguiente ejemplo de lo que el ente pestilente hace es la única actividad en la que es realmente excelso, tal vez superado solamente por otro ente de su misma calaña hoy en el sillón presidencial: prohibir. El ente pestilente se ha dedicado a prohibir y por tanto restringir el libre tránsito en la ciudad y su ocupación como espacio de la libre expresión de la ciudadanía, olvidando que una ciudad no solo es cemento y edificios, sino sobretodo personas humanas.


Les comparto aquí algunas medidas claras, concretas y viables de resolver o, por lo menos, encaminarnos a una solución. Advierto que para que cualquier posibilidad de mejora sea posible será necesario deshacerse del ente pestilente porque su presencia es incompatible con cualquier iniciativa de mejoría. 


En primer lugar, con carácter de urgencia, sancionar ejemplarmente a Repsol por el daño hecho en la costa de nuestra ciudad y atender a los afectados por el derrame de petróleo. Asegurar que el mar esté siendo limpiado y dar un claro mensaje de que Lima cuida, quiere y defiende su mar, no solo porque es parte de nuestro hábitat natural sino porque muchas personas dependen de sus recursos. Cuidar el mar no le cuesta nada a las autoridades si no se dejan sobornar y no permiten que sus intereses egoístas se impongan por sobre los de la población y la naturaleza.


El tren eléctrico tiene que ampliarse, revertir de algún modo los años de despilfarro y robo que dejó Alan García. Desaparecer todas las combis de la ciudad de una vez por todas. Lima debe estructurarse en torno al mar, creando transporte público que lleve a las personas hacia las playas, a las que hoy sólo se puede llegar en taxis, autos privados o a pie. No construir playas artificiales que solo consumen recursos, sino acercar la costa a las zonas altas de Lima para que puedan disfrutar de este recurso natural, beneficioso para la salud. A la par, hacer un malecón y equipar cada playa con baños, duchas, cambiadores, salvavidas, bebederos y todos los servicios necesarios para que sean seguras, sostenibles, limpias. Crear ciclovías y además motivar, incentivar el uso de la bicicleta que es el transporte más ecológico y saludable porque también aporta con ejercicio físico a las personas. Al presente, aunque hay más ciclistas haciendo brecha, estos están haciendo un deporte de riesgo por el alto número de muertes que han sufrido. Los culpables de estas muertes, en su mayoría conductores irresponsables, quedan sin castigo y la ciudad no ofrece un sistema organizado y seguro para los ciclistas. Todos los cambios deben hacerse considerando el factor humano, con estudios sociológicos y antropológicos que den respuesta a los miedos y problemas que estos cambios ocasionarán en el día a día de las personas, para afrontarlos, presentar soluciones y ayudarles a navegar la situación. 


Hay tanto que se podría hacer por la ciudad, pero un paso importante sería dejar de elegir entes pestilentes. Si es que no se puede acortar su mandato, al menos, espero que se le haga pagar por todos los crímenes que está cometiendo contra nuestra querida Lima.

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