Ninguna mujer con Dina

La columna de César Hildebrandt “El feminismo y la señora Boluarte”, publicada en la edición 734, año 16 de su semanario Hildebrandt en sus trece, ha levantado una gran polémica. Aquí mi análisis.

En primer lugar, sorprende que el propio César Hildebrandt, periodista de renombre por no pactar con ningún poder y decir la verdad, se presente a sí mismo como feminista. ¿Qué lo acredita? Haber tenido madre, hermanas y tías. Lamento darle la noticia de que eso se llama vivir en sociedad. Sin embargo, ya en esa remembranza de su infancia rodeada de mujeres se atisba ese tufillo de resentimiento, de decepción, de derrota, por no haber pertenecido a uno de esos ostentosos linajes masculinos, patriarcales, donde la figura del padre, el abuelo o el tío se imponía con su sola presencia o con una sola palabra. Se olvida César Hildebrandt de que incluso en una casa llena de mujeres puede gobernar el patriarcado y como sé que le gustan las lecturas le recomiendo La casa de Bernarda Alba como ejemplo. 


Si bien quiere establecer que tiene una relación de iguales con las mujeres, para lo cual cita a mujeres con las que ha trabajado o admira como Elda di Malio o Luz Letts, algo le falla. Le sale uno de los roles más letales de la sociedad, el del conquistador, el del amante posesivo y, por ello, a cada una de esas mujeres admirables (Françoise Sagan, Simone de Beauvoir, Marguerite Yourcenar, Marguerite Duras, Nathalie Sarraute, Gabriela Mistral, Virginia Woolf, Carmen Laforet, Elena Poniatowska), la traicionó con otra porque así funciona la lógica masculina sexualizante que impide una comunicación amplia con las mujeres, en la que ideas, sentimientos y solidaridad sean posibles. Estoy convencida que no diría lo mismo de los Vargas Llosa o Ribeyro a los que traicionó por leer a Arguedas o García Márquez, porque estos son seres humanos completos, mientras que las mujeres, incluso las más agudas pensadoras de nuestro tiempo, para el patriarcado son simples cuerpos que le satisfacen un tiempo pero que luego deja por otros más jóvenes y excitantes. Así que no, ni haber leído, ni haber admirado, ni haberse enamorado en la pubertad de mujeres te hace feminista, por el contrario, te hace un hijo sano del patriarcado, heterosexual por supuesto, cuya fragilidad masculina se basa en la ostentación sexual y la subordinación de la mujer, mediante una de las tácticas más infalibles: el “amor”, que pretende honrar y elevar a la mujer, pero solo la aleja de su humanidad al hacerla ideal y por tanto irreal.  


Finalmente, como dice el conocido refrán, en casa del herrero cuchillo de palo, al admirable periodista se le olvidó hacer una investigación, revisar sus fuentes, hacer preguntas, buscar respuestas. Como nadie le escribió a él, le dijo a él, le contó a él que las Feministas, así con mayúsculas porque las alude como si fueran una institución, habían publicado un deslinde, como ellas no le avisaron, entonces creyó que no se habían pronunciado y, por tanto, todas estaban en falta. 


Pero los hechos dicen lo contrario. Desde el día uno, las mujeres --feministas y no feministas-- han rechazado las prácticas autoritarias, traicioneras, violentistas e ilegales de Dina Boluarte, quien inició su gobierno con 49 muertes, sellando de este modo una nueva ley, una nueva norma que se ejecuta con sangre. Como ha dicho la pensadora feminista Rita Segato, ya no existe el estado de derecho, ya no existe la ley, se ha impuesto una nueva norma mundial que desconoce los derechos humanos y la prueba de ello la tenemos en Perú con Dina Boluarte todavía en el poder y en Gaza con los millones de palestinos asesinados en la total impunidad y a vista y paciencia del mundo entero. En todas las marchas las mujeres y las feministas han salido con el lema “Ninguna mujer con Dina”. El Comité Ana Tallada ha publicado comunicados dejando en claro su rechazo a las leyes del congreso y al poder que lo respalda (implícitamente Dina Boluarte), sendas escritoras y activistas han sacado comunicados o posts en sus redes sociales como el Comando Plath, Rocío Silva Santisteban, entre muchas otras que incluyen a las históricas organizaciones feministas como Manuela Ramos, Flora Tristán, Demus y muchas más. En mi caso pueden leer el post anterior "La primera presidenta del Perú". 


Lo único cierto de esta columna de César Hildebrandt es que sí, Dina Boluarte desacredita a las mujeres “y embarra su reputación de luchadoras”, de acuerdo, sobre todo embarra a la mujer de “izquierda”, aunque ahora está en duda que Boluarte haya alguna vez abrazado ninguna ideología dado que ahora se muestra tan mezquina en sus acciones y tan nutrida en estereotipos de género que parece no tener ni siquiera ideas propias.  Dina Boluarte tiene cero por ciento de aprobación porque las mujeres, las feministas, y el Perú entero la rechaza. Recuerde señor Hildebrandt que las mujeres, incluso las feministas, también son parte de la población. También recuerde que Keiko Fujimori tiene el mayor porcentaje de rechazo porque con ella también las mujeres y feministas hemos deslindado desde un inicio. 


La visión de las Feministas que tiene el señor Hildebrandt es similar a la que la sociedad tiene de las mujeres, las ponen a todas en un saco y las calculan por kilos, en montón, en masa, como si no fueran cada una de ellas seres humanos complejos. Lo mismo pasa con la Izquierda, por ello, Hildebrandt espera que del comando central “Feministas de Izquierda” salga un delegado y lance su rechazo a Dina Boluarte, que la expulse del partido “Feministas de Izquierda”, al que nunca perteneció, pero al que Hildebrandt la ha enrolado por defecto. Y como también le tiene cierta ojeriza a la “izquierda” que todavía asocia con Stalin, cree que todos se alinean al orden. No, esos modelos ya no existen, pero otros pueden servirnos de ejemplo, como el partido Republicano en Estados Unidos, que apoya a Donald Trump por ser republicano y a pesar de que sus acciones pueden destruir la democracia en el país que se adjudica ser el mejor representante de la misma. 


Llegamos al meollo del asunto, qué es lo que realmente espera César Hildebrandt, qué es lo que lo atormenta. El señor Hildebrandt, al que respeto y sigo desde mi infancia, tiene muchas virtudes, sin duda la de ser un excelente periodista es una de ellas, pero tiene un gran defecto: es machista y es misógino, pero no lo nota, no lo ve. Su más reciente columna es un claro ejemplo de cómo su “alabanza” a las mujeres le hace pensar que él es feminista y un aliado porque nunca le ha pegado a su mujer y porque seguramente a veces lava los platos. No, eso no te hace feminista, eso te hace un simple hombre normal y corriente. Para ser feminista primero hay que entender las estructuras coloniales de género y raza, y como hombre de clase media intelectual y con voz, también hay que ser humilde y educarse en lo que significa el feminismo.

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