Feminizar la política

Mural en lago Nokomis, Minneapolis, Minnesota

De un tiempo para acá, sueño que estoy en un bus que va andando sin conductor. Es sorprendente y a la vez temerario ver el bus avanzar sin nadie visible en control. En cada intersección, en cada parada, en el desvío del camino, me atrapa el miedo de que algo terrible ocurrirá, pero milagrosamente el bus sigue su ruta con más certeza de la esperada. A veces soy yo la que me aventuro a dirigir el timón y frenar a tiempo. Pero anoche, los pasajeros del bus se sentaron en el asiento del conductor y sobre el timón, como si fueran sitios disponibles y no un vacío urgente de dirección, de propósito, de sentido. 


Es como un bus sin conductor que veo a mi país y al mundo entero en este momento, a puertas de empezar un nuevo año, casi un cuarto del siglo XXI. La necesidad de alguien que tome las riendas es urgente, pero es visible la certeza de que no hay nadie capacitado para ello. ¿Se puede aprender a manejar sobre un bus ya en movimiento que carga con decenas de pasajeros? Ese es el reto que tenemos en frente. Los primeros que se aventuran son los locos, llámese Javier Milei, Jair Bolsonaro, Donald Trump (por mencionar solo algunos) y entonces el bus que más o menos iba a su ritmo, acelera a toda velocidad y nos acerca al precipicio. Los que le siguen son los dictadores, los genocidas y empieza la guerra al interior del bus, la muerte de varios de los pasajeros, bajo la lógica de que son ellos los que desestabilizan el bus y que mientras menos hayan, a cada uno le toca más. La gente prudente, la gente inteligente, se dice que no está preparada, que no puede asumir una responsabilidad de ese calibre sabiendo que hay pocas opciones de salir bien librado. Nos hace falta gente inteligente con un poco de locura, la locura de la esperanza, la de la fe y la de la confianza en una humanidad que debe definir aquí y ahora su estar en el mundo.


Mis propuesta se basa en tres puntos medulares: invertir en la honestidad, invertir en las mujeres e invertir en la naturaleza. 


La honestidad, la ética, la moral, palabras que se van haciendo borrosas en el diccionario por su falta de uso. Es necesario devolver a la política su función de servicio, su vocación altruista, su objetivo del bien común, de lo contrario seguiremos entronando ladrones, egoístas, arribistas que están dispuestos a vender un país entero con tal de ganarse unos millones. Estoy convencida de que el bus sigue en movimiento porque la gente en su mayoría es honesta, es solidaria, es humana, esas tienen que ser condiciones obligatorias para ser elegible a un puesto de mando. Si alguien nunca ha sido capaz de dar a otros desinteresadamente, si no ha criado a sus propios hijos, si no ha participado en la organización de la kermés en la escuela, si no ha hecho voluntariado, si no ha tenido el más mínimo gesto de extender una mano al prójimo, no puede, no debe tener en sus manos la suerte de una población entera. La vocación humana no se define por el dinero, no se trata de cuántos dólares tienes para donar, sino del tiempo, la dedicación, la voluntad, algo que vemos, por ejemplo, en las mujeres que solas sacan adelante a los hijos y que se ingenian para darles lo máximo de lo mínimo que poseen. 


Invertir en las mujeres es invertir en el futuro y es crear una cadena de cambio que se multiplicará con el pasar del tiempo, por ser ellas las principales educadoras pasarán los valores, los saberes a las siguiente mujeres que a su vez seguirán ese ejemplo. A la inversa de las políticas conservadoras que se esfuerzan por controlar la autonomía de las mujeres, su educación y su libertad es imprescindible para un cambio real que tendrá repercusiones inmediatas sobre el entorno y sobre nuestra naturaleza.


La naturaleza no puede esperar más y son las mujeres indígenas la que más de cerca sufren los efectos de la destrucción de nuestro planeta. Por ello, son ellas las que poseen los saberes para transformar esas fuerzas tanáticas y dirigirlas hacia la armonía. Hay que oír lo que nos dicen los árboles, las aves, los ríos, hay que recuperar los saberes de una convivencia pacífica entre ser humano y naturaleza que solo conservan los pueblos indígenas, son ellos quienes deben guiar los cambios y quienes pueden detener el bus, hacernos bajar y dirigir el camino a pie que es necesario andar para sanar.


Rita Laura Segato (2016) llama a este vertiginoso giro la domesticación de la política, hay que hacer del terreno político un espacio humano, desburocratizarlo, hacerlo un espacio del cuidado, de la protección al prójimo y acabar con la lucha feroz por expropiar, destruir, matar. Ya no se trata de llevar las mujeres a la política, ese camino ha fracasado. Se trata de llevar la política a las mujeres, por la simple razón de que son ellas sobre quienes cae el peso de la vida y la naturaleza. No siempre la honestidad y la moral las acompaña como Patricia Benavides y Keiko Fujimori demuestran claramente, por eso no se trata de esencializarlas a ciegas, sino de comprender que solo a través de la solidaridad, el bien común y la honestidad, podremos salir adelante. Segato define esta nueva manera de hacer política como “una política de los vínculos, una gestión vincular, de cercanías, y no de distancias protocolares y de abstracción burocrática”(27). Y el primer y principal ingrediente es la memoria, la memoria que nos hace ver la cadena de opresión, racismo y violencia que se viene tejiendo desde que se impuso el modelo occidental, el patrón de poder dominante hoy globalizado, que abruptamente marginó la forma de hacer política de las mujeres: la reciprocidad y la confianza de lo cotidiano, del devenir continuo, porque la “práctica política femenina no es utópica sino tópica y cotidiana, del proceso y no del producto”(31).


Con esta nota positiva de pensar y creer que la solución, que las riendas del mando de este bus en el que todes estamos montados, está en las manos de las mujeres luchadoras y sus formas de sobrellevar la vida y la subsistencia humana, en armonía con la naturaleza, con esta idea, esta fe, les deseo un año 2024 de renovación, de reivindicación y de vida. 


Referencia

Segato, Rita Laura. La guerra contra las mujeres. Madrid: Traficantes de sueños, 2016. 

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